miércoles, 4 de abril de 2012

El Maestro Ignorante

de Jacques Rancière.
Libro 008.
Tercera Edición.
Junio ’13.
Precio: 12 pesos.

76 Páginas.
No Necesitamos Educación, que nos Controle la Imaginación.


Computación, deportes, primeros auxilios, diseño, historia, motores, sexo, carpintería, política, música, sumar y restar, cocina, filosofía, malabares, higiene, poesía, etc. ¿Cuántas cosas a lo largo de la vida, aprendemos sin necesidad de un “maestro”? La gran mayoría, sin ninguna duda. ¿Y cómo lo hacemos? Curioseando, copiando, observando por gusto o necesidad, preguntando, reflexionando, intentando a prueba y error, poniendo a funcionar una cualidad que todos poseemos: la inteligencia. Pero también eligiendo o creando nuestra propia forma de hacerlo. Con algo tan natural e imprescindible como la voluntad y sin ningún vínculo autoritario, sin la bota de ningún poder aplastándonos la cabeza y las ideas.
Pero la escuela es otra cosa; en ella de lo que se trata es de ponerle un cepo a los sueños, de amputarnos permanentemente la imaginación. La formación soberbia y pedante que recibe un profesor, es lo que le impide pensar un aprendizaje distinto, uno donde todos se posicionen de igual a igual, sin jerarquías y en el cual se disfruten los saberes compartidos.
Este libro de Rancière desnuda el tema del poder en un ámbito como el de la escuela “pública”, donde paradójicamente, está prohibido el ingreso de público. Niños que frente a la televisión o a Internet pueden recibir una opinión de su entorno familiar o comunitario que corrija un mensaje no deseado, en la escuela (donde los padres no pueden entrar y compartir una clase) los mismos niños se encuentran desprotegidos, a merced de un docente que, en el mejor de los casos, utiliza la mayor sutileza y astucia, para disciplinarlos y estupidizarlos.
Encima, en este país y en este continente, la educación institucional fue impuesta con la espada, con la pluma y la palabra, es decir, aplastando las numerosas y ancestrales culturas de los pueblos originarios. Culturas que en muchos casos, los conquistadores europeos encontraron más avanzadas que la de ellos mismos, con conocimientos astronómicos y matemáticos que les habían permitido desarrollar calendarios más precisos y descubrir el cero, mil doscientos años antes. Pero los conquistadores traían una cultura infectada del virus más letal: el capitalismo, que desarrolla tanto la ambición descontrolada, como la permisividad para utilizar los métodos más sanguinarios y devastadores para saciarla. Más de cien millones de indígenas que quedaron en las minas, en los obrajes, en las haciendas, en las luchas de resistencias para enriquecer al reino de España y a la banca europea, así lo evidencian.
Por todo esto, haberle dado el desarrollo estratégico de la educación a un milico genocida como Sarmiento, es un hecho que habla por sí mismo. Alguien que secuestró, que torturó, que asesinó, que violó mujeres, que robó niños como lo hicieron Astiz o Etchecolatz, ¿cómo puede dejar de ser lo que es, detrás de un escritorio? Sarmiento completó su tarea genocida obligando a los sobrevivientes a aprender en los claustros, su historia manchada de sangre.
Que en Argentina y en los inicios del siglo veintiuno, un niño de 6 años que empieza primer grado tenga que aprender forzosamente inglés, muestra una clara intención institucional: la de ir preparándolo desde pequeño para el mercado global. La gran mayoría de ellos nunca llegará a utilizarlo, pero eso no importa. Lo importante es que piense, sienta y viva en inglés, porque es el idioma en que habla el Imperio y la educación estatal está para que obedezcamos sumisamente, no para otra cosa. Y de paso (tan importante como lo anterior) es “saludable” que no aprenda alguna de las lenguas, que sí es más factible que llegue a necesitar para comunicarse con sus hermanos en la vida cotidiana, como el guaraní (la lengua de los guaraníes), el mapudungun (la de los mapuches) o el qom (la de los tobas).
Por suerte, cada día surgen nuevas formas de contrarrestar la nefasta influencia de la educación del Sistema. Unos, la denuncian y combaten; otros, crean ámbitos alternativos de aprendizaje. Pero ninguno alberga expectativas en la escuela, porque no hay posibilidades de cambio donde todo está completamente fijo e inmóvil, como en un cementerio.
 

Cantidad de ejemplares vendidos de "El Maestro Ignorante" hasta la fecha: 1250.

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